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Paula A. García: "Las cosas que no entiendo"

Por: Jorge Damián Méndez Lozano




Una persona se sirve una taza de té en el comedor de su casa. Cuando termina se

traslada a su habitación y se quita los zapatos sobre la cama. Luego se traslada al

baño a cortarse las puntas del cabello con unas tijeras frente al espejo. Al final,

colocada sobre la alfombra y vistiendo un calcetín blanco y uno verde, teje

estambre frente al televisor encendido. Lo anterior lo realiza mientras el público

observa. Este performance forma parte de la exposición: Anotaciones sobre el

hogar, de la artista Paula A. García (Mexicali, Baja California, 2001-), inaugurada

en septiembre de 2024 en la Galería Rubén García Benavides, de la Universidad

Autónomas de Baja California; institución de la que recientemente se licenció en

artes plásticas.


Esta exhibición multidisciplinaria está compuesta por video animado, escultura,

textil, pintura, cerámica, performance y escritura. Matter, como se le conoce,

creció en la frontera México-Estados Unidos desde donde realiza una exploración

sobre los afectos generados dentro de los espacios que habita y de las relaciones

afectivas surgidas hacia los objetos que ahí cohabitan. Con dichas exploraciones

busca comprender cómo las relaciones con el espacio-habitación y los objetos ahí

dentro, anticipan y construyen nuestra relación con el mundo.


Matter [https://paulagarciad7f1.myportfolio.com/] ha participado en más de 20

exposiciones individuales y colectivas entre las que destacan: Parcours Fluides,

en galería La Chaufferie (Montreal, Canadá, 2022); El alma y sus habitaciones, en

Centro Estatal de las Artes (Mexicali, 2023); Reflejos y anotaciones, en Furosarte

(Mexicali, 2024); e Indie Devotion, en Galería Arma (Mexicali, 2024). En 2024, a

través de la Secretaría de Cultura de Baja California, recibió la beca PECDA

[Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artística] en la categoría

Jóvenes Creadores, por el proyecto titulado: Umbrales de identidad: reflexiones

tridimensionales sobre el espacio habitacional.

Antes de comenzar la entrevista, sentados en el comedor que forma parte de la

exposición instalada en la galería subterránea de la universidad, me advierte:

"Antes que nada yo no me identifico como mujer, soy una persona no binaria y

realmente cualquier pronombre que se use está bien"


―¿Qué vivencias de tu niñez y adolescencia recuerdas que hayan

contribuido a que tuvieras interés por el arte?

―Fui muy afortunada de que mi mamá y papá fueran maestros universitarios, ella

en la UPN [Universidad Pedagógica Nacional] y él en Ciencias de la Salud

[UABC], porque me fomentaron mucho la lectura; por ejemplo, con los libros que

me leían antes de dormir; eran estos libros del escritor Anthony Browne (Sheffield,

Inglaterra, 1946-) que tienen una estética de que mientras más ves un dibujo más

cosas encuentras. También tenía cuentos que estaban ilustrados con pintura de

Degas, Dalí o Frida Kahlo. Siempre estuve en cursos culturales, aparte, en mi

casa siempre había películas, libros de todos los temas y música de muchas

partes del mundo que mi papá escuchaba. Desde los 10 hasta los 18 años fui

parte del programa de talentos artísticos de Baja California y recibía una beca

económica y la posibilidad de ir a clases en CEART cuatro veces por semana

durante ocho años; prácticamente crecí ahí. Recuerdo que cuando tenía 17 años

estaba preparando mi primera exposición individual y me quedaba sola trabajando

en el salón hasta las 10 de la noche. Un tiempo quise estudiar medicina como mi

papá, luego quise ser psiquiatra, luego escritor. Cuando iba a ser mi última

exposición con los talentos artísticos ya estaba harta y no quería pintar y se lo dije

a mi mamá, a mis amigos y a mi novia de ese momento. En mi mente pensaba

que todos reaccionarían y me iba a decir que no dejara de pintar, que siguiera

adelante, pero todos me dijeron que estaba bien que ya no quisiera pintar, pero

me preguntaban que a qué carrera iba a entrar. No supe dar una respuesta y entré

a la facultad a estudiar artes plásticas; un mes y medio me duró mi coraje y

después ya me dieron ganas de pintar; peros siempre la ganas cambian y fluctúan

un poco.

Cuando estaba en el programa de talentos hacíamos dos exposiciones colectivas

al año y había encuentros estatales en donde exponía una selección de Mexicali,

Tijuana, Tecate y Ensenada, así que cuando entré a la facultad de artes ya tenía

una expo individual y como unas 15 colectivas.


―¿Cómo iniciaste a conformar esta exposición en la que nos encontramos?

―Esto es mi proyecto de producción de la licenciatura, lo comencé a trabajar

como parte de una clase de museografía que tomé durante la pandemia. En esos

días pasaba mucho tiempo cuidando a mi papá enfermo de diabetes que se

estaba quedando ciego. Lo cuidaba en la casa donde viví de niña con mis padres;

después él se quedó a vivir solo; es una casa grande y tiene muchas cosas

guardadas. Adrián Pereda (artista conceptual; Mexicali, Baja California, 1986-), mi

maestro de museografía, me dijo que no pensara mi proyecto sólo desde lo

pictórico sino que hiciera un inventario de los objetos de la casa de mi papá y

pensara a través de ellos; en ese momento me reventó la mente y fue muy

complicado hacerlo. Un día mientras limpiaba y hacía un inventario de los objetos

de la casa encontré unas fotografías de mis hermanos que estaban enmarcadas

de la misma manera y guardadas en el mismo lugar, pero solamente la foto de mi

hermano que me lleva 13 años estaba rota y con moho, mientras que la foto de mi

hermano, 10 años mayor, estaba normal. Y yo, de una manera poética, pensé que

esos rasgos en las fotos hablaban de la forma en la que ellos se relacionaban con

el espacio; por ejemplo, creo que la foto de mi hermano mayor estaba así porque

él tenía una relación más complicada con mi papá y por ende con la casa. A mí mi

papá no me dejaba husmear, pero cuando ya estaba en cama no podía decirme

nada, entonces husmeé y hallé fotos y cartas de mis abuelos y mis papás que

nunca en mi vida había visto; mi papá era de Monterrey y cuando se vino a vivir a

Mexicali mandaba cartas. También hallé cuadernos de mi papá muy interesantes;

los fui encontrando como tesoros. Mi papá fue una figura enigmática y creo que

eso pasa en nuestra cultura, o sea, los papás trabajan y están un poco ausentes y

son complicados. Yo tenía muchas inquietudes respecto a lo que él era y me

enteré de cosas no porque me las dijera sino a partir de objetos que encontré, por

ejemplo, algo muy enigmático era su maletín, una vez me dijo: "No puedes abrirlo

hasta que yo no". Y el mismo día que falleció lo abrí; un poco como mala hija.

Husmeé el maletín y encontré cuadernos, cartas y algo muy significativo: unas

notas en una de sus libretas en donde leí que pensaba en mí. Era gracioso porque

parecía que estaba haciendo su lista del mercado o describiendo paso a paso

cómo iba a limpiar la casa con un trapo o a tallar tal cosa y anotaba: "Atender a

Paula" pero nunca especificaba cómo iba a cuidar a Paula. A pesar de que él ya

no está todavía están esas cartas y puedo seguir descubriendo cosas de él.


¿Por qué el interés en redescubrir a tu papá a través de sus objetos?

―Siempre me ha interesado la subjetividad de las personas y aquí lo que hice fue

traducir la subjetividad de mi papá a través de sus objetos. Después quise hacer lo

mismo con el resto de las personas y me di cuenta de que no siempre es aplicable

porque no todos tienen la misma afectividad con sus cosas; mi papá sí tenía

afectividad porque era un acumulador. Luego creció mi interés por la manera en

que nos relacionamos con el espacio, los afectos que surgen dentro de las casas y

los trayectos que hay en ella, pero sobre todo los afectos que hay con los objetos.

Para este tema leí mucho sobre lo que significa el espacio en el arte y también en

la psicología, la geografía y, como estudié una carrera en historia, me interesaba

pensar de manera interdisciplinaria. Investigué y cada que encontraba una nueva

definición de espacio la sumaba a mi definición y se convirtió en algo más grande.


¿Cómo afectó el desarrollo de tu obra el deceso de tu padre?

―Es chistoso porque mi producción cambió mucho desde que mi papá no está.

Mucho de mi obra surgía de los diálogos que teníamos, de las cosas que yo

sentía, de mi frustración de tener que cuidarlo, de la relación que yo tenía con la

casa que era la de mi infancia. Mi papá falleció un semestre antes de que me

fuera de intercambio a Valencia, España. Fue curioso cómo pasó todo. Yo estaba

haciendo mi proyecto para la convocatoria del PECDA y hablamos por teléfono y

le dije que ya había redactado mi proyecto y que al otro día lo vería para ir al

mercado; le hice un chiste y le di las buenas noches; siempre le marcaba tres

veces al día. Esa noche tembló y pensé en marcarle, pero pensé que lo

despertaría y no le marqué para no asustarlo. Recuerdo que al otro día fue viernes

y cuando desperté tenía muchas llamadas perdidas de un número desconocido y

como se había suspendido una clase me puse a subir los documentos para la

convocatoria. Después hablé con la persona que lo cuidaba y me dijo que mi papá

estaba en el hospital; ese mismo día a las siete de la mañana falleció. No quedé

en el PECDA porque en lugar del CURP subí a la plataforma mi carta de

vacunación del COVID; estaba estresada por toda la situación del hospital. Todo

fue muy rápido.


En el 2023 estuviste de intercambio en la Universidad Politécnica de

Valencia, España. ¿Por qué decidiste irte a otro continente y cómo eso

cambió tu producción?

―Me interesaba estar en otro lugar ya que mi producción es sobre las

implicaciones de estar en un lugar específico; ya un poco me estaba alejando de

la casa y estaba pensando más en el espacio y en lo que implica estar en un

lugar. Siempre he tenido una relación extraña con Mexicali porque siento que es

un lugar tosco y árido en donde no hay mucha oferta cultural; aparte me sentía un

poco sola en un lugar difícil para poder tener una vida del tipo romántico como uno

pensaría. Cuando llegué a Valencia me fui al edificio de departamentos que había

rentado por internet y como la casera no estaba pude husmear un poco. Me senté

en la cama y me di cuenta de que no era un chiste haber metido los papeles para

el intercambio, estaba pasando de verdad y me encontraba sola en otro país. El

intercambio fue muy interesante, cambió mucho mi producción y me ayudó a

explorar distintos medios; por ejemplo, empecé a hacer esculturas con Maseca

[harina de maíz] que compré allá e hice casitas; hacía las tortillas en la clase,

después las cortaba y las cocía; aparte viajé mucho, hice muy buenos amigos y

una pieza mía la universidad me la pidió para su archivo. Mis hermanos me llevan

10 y 13 años y prácticamente me crié como hija única, mis papás siempre estaban

trabajando y yo me entretenía sola y hasta la fecha paso mucho tiempo sola;

mucha introspección. Luego me fui de intercambio y seguí sola también.


¿Cuáles fueron las principales inquietudes de viajar sola a Europa?

―Al principio tenía mucho miedo de irme de intercambio porque sabía que en el

momento que me fuera mi vida iba a cambiar; creo que era miedo a crecer como

persona. Al final todo cambió porque desde que me fui de intercambio no he

descansado, la he pasado trabajando. Mi tutora de la carrera me sugirió que me

fuera a la politécnica porque es la mejor escuela de artes de España, aparte,

Valencia es una ciudad muy estudiantil en donde todo gira en torno a eso; nunca

tuve una mala experiencia. Recuerdo que llegué a Valencia como a la tres de la

tarde después de estar 20 horas viajando; me bañe, me fui al mercado y aunque

soy vegetariana me compré jamón serrano porque cuando comía carne me

encantaba. Uno de mis miedos más grandes era lo económico; yo no quería que

mi mamá solventara algo que yo quería hacer por decisión propia, aunque claro,

me fui con el apoyo de la UABC. Como no como carne, con 500 pesos me

alcanzaba para comer dos semanas porque es barato comer sólo verduras; aparte

caminaba mucho por la ciudad.


Las caminatas por una ciudad desarrollan una relación más cercana y

nítida hacia ella. ¿Cómo fue tu relación con Valencia a partir de tus

constantes recorridos?

―El tiempo que estuve allá presté mucha atención a la forma en que me

relacionaba con la ciudad ya que las infraestructuras son distintas y se puede

caminar y es muy seguro; por ejemplo, cuando salía con mis amigas, de noche,

me regresaba a mi departamento caminando dos horas mientras escuchaba

música en mis audífonos sin ningún problema; hasta hice un record de mis

caminatas y acumulaba tickets y objetos que me encontraba y significaban algo

para mí. Caminaba durante horas y husmeaba en la basura. Allá la basura se

pone en cubos muy grandes y lo que todavía sirve se ponen a un lado para que

alguien se lo pueda llevar y reciclarlo. En la basura encontré muchas telas con las

que hice cosas de arte, hasta encontré un suéter que todavía tengo, me decían

que estaba muy bonito y confesé que lo había agarrado de la basura. En la basura

también encontré una figurita de un torero que no tenía una mano y me lo traje; es

un suvenir que me dio mucha ternura porque me imaginé la vida del torero. Con

cosas de la basura, aparte, hice libros de artista que tenían el factor de que

conforme los abrías se hacían más grandes y para mí eso implicaba la forma en la

que me relacionaba con la ciudad; conforme más caminaba más conocía,

entonces mi radio de acción y familiaridad aumentaba.


―¿Qué tipo de producción artística llevaste a cabo en Valencia?

―Estando allá mi producción se hizo más pequeña porque no tenía todas mis

cosas a las que estaba acostumbrada. Me llevé acuarelas, colores y mi pequeño

costurero, pero yo estaba acostumbrada a producir cosas grandes con cerámica,

tela y pintura. Duré seis meses en Valencia, pero la escuela se acabó y me quedé

un mes y medio más ya sin clases y solamente me quedó pasear, pero ya quería

pasar a lo siguiente, quería ver las respuestas que iban a generar todas esas

experiencias vividas en mi producción, por eso ya quería volver y graduarme de la

universidad. Soy muy metódica, una vez que cumplo los objetivos voy a lo que

sigue.


Participaste en una exposición junto al colectivo Parcours Fluides

[parcoursfluides.wordpress.com] en Montreal, Canadá, en abril de 2022.

¿Cómo te involucraste esa exhibición?

―La pandemia comenzó en mi primer semestre de universidad y yo estoy

acostumbrada a levantarme a las siete de la mañana y a volver a mi casa hasta la

noche; siempre hago mucha cosas porque me aburro. En la pandemia me sentía

abrumada y ocupaba algo que hacer. En Instagram encontré un diplomado en

línea de una asociación sin fines de lucro que se llama Avalokita

[https://pac.org.mx/apoyos/avalokita] y que hacen cosas maravillosas. Todos en

diplomado eran mayores que yo, algunos ya tenían maestría y yo apenas estaba

en la carrera, pero les gustaba lo que hacía y mi voz aportaba. Terminó el

diplomado y lanzaron una convocatoria; nos eligieron a algunos y nos dieron una

pequeña beca de producción y un tutor que nos ayudó con nuestro proyecto. De

las chicas que dirigen Avalokita, unas son artistas y otras pedagogas, una vive en

Cuernavaca, otra en España y la que está en Montreal vive en una residencia de

artistas y trabaja en una galería y nos ofreció un espacio para exponer; me di

cuenta de que no sólo podía mandar mi obra sino también ir a Montreal. Fuimos

Andrés que vive en Guaymas, Ulises en Hidalgo, mi mamá y yo porque yo estaba

chiquita de 19 años. Para mí era algo extraño porque pensaba que estaba

haciendo algo muy grande estando yo tan pequeña. Todo estuvo muy cool,

montamos la exposición y estuvimos ocho días. Fue muy interesante porque

Liliana, que vive en Montreal, nos sacó a vivir la vida de artista, nos presentó a sus

amigos y salíamos; mi mamá se quedaba en el AIRBNB porque el acuerdo era

que yo iba a trabajar; estuve en el montaje y nos turnábamos para cuidar la

galería. A los que íbamos de México nos tomaban fotos y nos entrevistaron porque

la gente te exotiza un poco por ser mexicano. Recuerdo que al otro día de la

inauguración fui con mi mamá de paseo y en la calle un chico, que no conocía,

pero que había estado en la exposición, me reconoció y me dijo que le había

gustado mucho mi pintura. Algo que me parecía muy divertido era que caminaba

con mis amigos y en Canadá se puede beber alcohol en la calle y bebíamos

mientras paseábamos. Al final se volvieron relaciones muy cercanas, fueron ocho

días, pero parecía que fue un periodo muy largo porque estábamos juntos desde

muy temprano hasta muy tarde. Fue muy interesante ver el contraste entre la vida

de artista en Montreal y Mexicali. Se podría decir que Montreal, entre comillas, es

una ciudad creativa, por ejemplo, podías ver a través de las ventanas de los

edificios que muchos eran estudios de artistas; edificios completos que se

rentaban como estudios de artista.


―Sobre tu manera de trabajar, ¿Cómo comienzas y desarrollas una pieza

artística?

―Usualmente trabajo en forma de collage, por ejemplo, ahora que trabajo mucho

con los espacios, primero elijo y pinto el fondo y luego pienso dónde pondré una

puerta o cómo voy a rellenar los espacios; eso lo hago mucho porque me

funciona. Nunca hago bocetos, no me gusta, siento que necesito que la idea esté

sin resolver para hacerla, porque si no, siento que no es un reto interesante y no lo

hago; tiene que ser algo que me saque de mi zona de confort y me mueva.


―¿Cuál es tu rutina cotidiana de trabajo?

―Mi rutina ha cambiado un poco, pero generalmente soy muy disciplinada. Me

levanto, desayuno y me hago una taza grande de té que funciona como una

transición a pasar a trabajar todo el día en una pieza. Prefiero empezar en la

mañana, siento que soy más productiva y si a las 12 del día no he empezado a

producir siento que el día ya se perdió un poco; aunque ahora he estado

produciendo en la noche, no sé por qué, creo que porque ya no voy a la escuela.

Soy una persona muy obsesiva, para preparar una exposición me levantaba a las

cinco de la mañana y pintaba dos horas, luego me iba a la escuela, regresaba a mi

casa y seguía pintando en las piezas que me faltaban. Eso es algo que sigo

trabajando.


―Háblame de la pieza presentada en esta exposición, titulada: Las cosas

que no entiendo.

―Fue la primera pieza de este proyecto. Elaboración de piezas bidimensionales

fue la clase para la que en su momento la realicé. Inicialmente no estaba

contemplado que yo fuera la modelo de la pieza, pero no encontré un modelo que

me gustara y ya estaba harta y tenía que producir y me tomé fotos y así fue como

se volvió orgánico volverme parte de mis cuadros. Esta pieza tiene bordado

porque me daba curiosidad ver la yuxtaposición del material textil con material

aceitoso como es el óleo. Alrededor de esta persona que está pintada en la pieza

están flotando palabras que son las cosas que sigo sin entender. A pesar de ser

un adulto joven, cosas como los sentimientos, los miedos, la soledad, la oscuridad

o el tiempo; también ser persona me es súper complicado, es algo con lo que

batallo todos los días de mi vida, me estresa mucho.


―¿A qué te refieres con que es complicado ser persona?


―Siento que gran parte de mi vida me he sentido más artista que persona. Y

cuando me siento más persona que artista es cuando tengo conflictos conmigo, es

cuando me doy cuenta de que ser persona se vuelve más complicado porque

debo comer todos los días y a veces no tengo energía para hacer comida todos

los días. Debo levantarme en la mañana y tener la motivación para empujarme a

hacer las cosas porque nadie más me va a decir que haga mis cosas; es algo

complicado, pero vale la pena aprender a reconocer que es complicado ser

humano, pero es algo que mi generación hace bastante bien.


―Lo que hay por allá parece interesante, es otra de tus piezas la cual está

relacionada con una casa a escala que también forma parte de la exposición.

―Es el último cuadro que hice para la exposición: El alma y sus habitaciones. La

idea es que todos estos cuadros de la exposición existen dentro de aquella casa

verde que está allá. Se trata de una casa de muñecas que encontré desarmada en

casa de mi papá y que le habían regalado a unas primas en los años noventa; yo

todavía no nacía. Nunca la pudieron armar porque no había un instructivo,

entonces ahora, en la época del internet, decidí buscar el instructivo y la armé,

pero de tantas veces que la habían intentado armar le faltaban piezas y tuve que

improvisar, ponerle una base y pintarla y fue un proceso largo de armarla. Ahora

veo esa casa como el lugar en donde los sueños caben y el cuerpo adulto también

y se puede estirar porque la casa se estira contigo. En este cuadro vemos esa

casa junto con esta pequeña figura que soy yo y que mira para afuera después de

todos los recovecos que tuvo que pasar por esta casa un poco extraña.


―Finalmente, ¿Cuáles son las historias que buscas contar con tu obra?

―Realmente no sé si es una historia, pero me gusta pensar que cuando alguien

ve mi obra piensa en sus habitaciones y en su casa; es lo que me gusta pensar y

fomentar. De hecho no me gusta explicar mis cuadros porque pienso que evitan

que el público ponga su subjetividad, que es lo que me parece más interesante;

por ejemplo, alguien se acerca y me dice que mi cuadro habla de tal cosa y yo le

digo que sí, porque si para esa persona habla de tal tema, pues claro. Muchas

veces pinto y no me doy cuenta de lo que me dicen mis cuadros hasta que los

termino. A veces empezaba a pintar y pasaba algo en mi vida y cuando esa

situación terminaba me daba cuenta de que el cuadro me estaba diciendo cómo lo

debía resolver.

 
 
 

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